"Estaba entre hermanos. Buenas personas. Elías le había alcanzado una copia de Felicidad, una cura para el dolor. Qué curioso, nuevamente, cómo las piezas encastran sin necesidad de empuje ni presión. Era justo el libro que necesitaba. Eran las palabras exactas de aliento. Como si el autor le susurrara al oído frases cortadas a medida. Irina le acercaba todos los días el vaso de agua, que debía tomar hasta la última gota. Había perdido la noción del tiempo pero no –todavía- la del espacio. " 


Ilustración para el último capítulo de Felicidad, de Elizabeth Lerner, publicado en Maten al mensajero.