"Estaba entre hermanos. Buenas personas. Elías le había
alcanzado una copia de Felicidad, una
cura para el dolor. Qué curioso, nuevamente, cómo las piezas encastran sin
necesidad de empuje ni presión. Era justo el libro que necesitaba. Eran las
palabras exactas de aliento. Como si el autor le susurrara al oído frases
cortadas a medida. Irina le acercaba todos los días el vaso de agua, que debía
tomar hasta la última gota. Había perdido la noción del tiempo pero no
–todavía- la del espacio. "